Se ha comprobado que la autoestima académica tiene un peso muy importante dentro de la autoestima global. Durante la etapa escolar, los niños que tienen un buen desempeño académico suelen presentar una autoestima adecuada. Dado sus logros escolares y la importancia de estos, suelen sentirse satisfechos consigo mismos.

En cambio, los niños con dificultades del aprendizaje tienden a presentar rendimientos bajos o muy inestables y, en numerosas ocasiones, experimentan fracasos escolares. A menudo se enfrentan a muchos desafíos que no terminan en una experiencia exitosa, sino en una experiencia de fracaso al no contar con los recursos adecuados.

Un niño que fracasa continuamente en el aprendizaje, el cual ocupa el 80% de su vida, tenderá a atribuir su fracaso a su capacidad global. Si a su vez encuentra muchas frustraciones y desilusiones, creerá que su bajo rendimiento está sustentado en la falta de “suerte”, debilitando la confianza en sus habilidades y en ser dueño de controlar el rendimiento futuro. Muchos niños con problemas de aprendizaje tienden a desestimar una buena nota en un examen diciendo comentarios como “tuve suerte” o “el examen era fácil”. Minimizan el rol y papel protagonista que tuvieron en la obtención del éxito gracias a su trabajo, esfuerzo e inteligencia. Además, desafortunadamente, el efecto acumulativo de fracasos influye en una percepción psicológica negativa de que las experiencias de éxito no están a su alcance porque no es “tan inteligente o listo como los demás”. No pueden aprender de sus errores sino que cada uno de ellos es “una soga al cuello”.

Los problemas de aprendizaje pueden derivar en problemas emocionales y por eso deben ser tratados, haciendo que los niños puedan seguir un desarrollo curricular normal. Si no son tratados, la primera consecuencia será una pérdida absoluta de la confianza en sí mismos, una baja autoestima que multiplicará exponencialmente sus propias dificultades.

En el contexto escolar, se pueden adoptar medidas de prevención como la aceptación del trastorno específico del aprendizaje por parte de los profesores, apoyo emocional a los alumnos, realización de adaptaciones estructurales y metodológicas, compensación activa de las áreas deficitarias a través de diferentes estrategias psicopedagógicas y una comunicación estrecha con la familia y otros agentes educativos implicados en el proceso de aprendizaje.

En el contexto familiar, es muy importante que el niño se sienta querido y valorado, evitando frases como “eres un vago” o “eres un desastre”. Mostrando un refuerzo positivo sobre los logros obtenidos, les ayudará a aumentar la motivación, seguridad y confianza en sí mismos.

Paloma Morcuende, Psicopedagoga de ISEP Clinic Madrid.